Del
viejo Portomarin sumergido
al fondo de las aguas obscuras.
La higuera sumergida,
florecerá de otra manera.
Ruinas , ruinas fantasmales ,
rezuman de las calles de entonces.
La nostalgia y la inquietante revelación,
que asoma.
Todavía huele a pan.
Luz que viaja sumergida,
en las branquias encendidas ,
de su ancianidad,
casi engullidos ,
hasta el providencial despertar.
Del nuevo Portomarin celeste
el caminante que huye, se alza,
su mirada hacia lo alto.
“Embriagado,
por las mentes etéreas,
de los celestes y obscuros peregrinos”
Por dentro y fuera,
ya el sol le ilumina el sendero,
y en breve,
estará extrañamente lejos.