Los
trenes idos.
Los
coches perdidos.
Pasar
de una,
a
la otra orilla,
mientras
el agua,
arrastra
, el curso,
de
las cosas.
¿Cómo
adivinar?,
sin
las huellas de sus pasos,
la
deriva de tantos .
Recuperar
los nombres.
Recitar
las listas,
en
grupos revueltos,
por
el afecto desbordado.
Conciliarnos
a través de las cosas,
y sus traspasantes sones.
Y
desde estos días,
desde
estos lugares,
mirar
hacia lo alto,
nunca
como último recurso,
aunque
se nos caiga ,
la
llave del olvido.